19 de agosto de 2009

"La pianista". El lado más oscuro del sexo

La verdad es que ver una película de Michael Haneke siempre da un poco de pereza, porque los que conocemos su filmografía sabemos a lo que nos enfrentamos, pero después agradeces haberla visto, agradeces porque sufres, agradeces porque ves buen cine y agradeces porque vuelves a ser pequeño ante el ojo dominante del señor Haneke. Es un cineasta que destripa hasta la saciedad la condición humana contemporánea. Da miedo sin asustar.


Una mujer cuarentona, pianista excepcional, que no solo vive aún con su madre, sino que también duerme con ella, es Erika, la protagonista de este film hanekiano. Una mujer fría como el acero; una mujer que practica el vouyerismo, visita cabinas de los sex-shops, y lo más sorprendente, se automutila con fines sexuales. Para ella el sexo no es el convencional -el tú arriba y yo abajo-, ella busca el dolor, busca la violencia, busca todo aquello que conocemos pero que ni suele ni gusta de ver, no obastante, te metes en esa cabina claustrofóbica que es esta película.

La madre de Erika la sobreprotege, la sigue tratando como a una adolescente y, ante el pasotismo de su hija, se refugia en la bebida y en la televisión.

En la vida de Erika irrumpe Walter, un joven apuesto, pianista autodidacta que no vive de ello pero que se le da bastante bien, deportista y con éxito entre las mujeres. Ella ve en él a la persona (o instrumento) que puede ser capaz de llevar a cabo todas sus fantasías sexuales (sadomasoquistas todas ellas). Al principio es ella quien parece tener el poder en esa extraña relación, pero poco a poco ese poder va pasando a las manos de Walter. Al principio él ve en Erika a una mujer madura con la que poder tener sexo alternativo, pero nunca tan alternativo como el que ella le propone más tarde. Es ahí cuando Walter descubre que Erika está enferma y le quiere dejar de lado, aunque parece sentir una fuerza magnética hacia ella y parece que quiere volver a entrar en el juego. Al final el sexo que tienen (salvo unas cuantas bofetadas) es el convencional, lo cual no es que no deje satisfecha a Erika, sino que la ahonda más aún en su represión. El final de esta película es una secuencia soberbia en la que ella parece que va a tomar medidas contra Walter, pero realmente es otro su cometido...

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