Audrey Tautou, aunque parece haberse desprendido del icono francés que le supuso "Amelie", es casi imposible ver una película suya sin que te venga a la memoria aquella fábula parisina de Jean-Pierre Jeunet. No sé si es bueno o malo, lo que sí sé es que ella sigue fiel a sus principios y quiere seguir haciendo cine en Francia -que no es poco- sin necesidad de instalarse en Hollywood y llenarse los bolsillos a base de bazofias. Salvo "El código Da Vinci" de Ron Howard y "Negocios ocultos" de Stephen Frears, el resto de su filmografía (más de una veintena de películas) es francesa. Pocas actrices afrancesan más un film que la mera aparición de Tautou.
En esta ocasión, los hermanos Foenkinos (David y Stéphane) debutan en el séptimo arte con la adaptación de una novela del mismo David y con el mismo título.
Nathalie (Tautou), pierde a su marido (Pio Marmaï) en un accidente de tráfico. Aferrada al duelo, parece sellar las puertas de su corazón hasta que un compañero de trabajo entra en su despacho sin ninguna intención pero que, al fin y al cabo, supondrá el punto de partida de una nueva vida para ambos.
Más allá del guión, aparentemente sencillo, nos encontramos ante una historia que gusta ver, que huye de convencionalismos y consigue que te identifiques con los personajes. Junto a Audrey Tatou está François Damiens en el papel de Markus, un tipo algo extraño pero rebosante de autenticidad, bondad y nobleza. Y será precisamente esa autenticidad la que encandile a Nathalie. Damiens se come su papel y, en determinados momentos, es el que lleva el peso de la película.
La manera en la que se nos cuenta la historia nos desprende del tópico "el físico no es lo importante". Al fin y al cabo lo que buscamos es estar a gusto el uno con el otro, ¿no?. Sí, claro que sí. Un 6'5 sobre 10.
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