Película extraña en la que Kim Ki-duk se graba, se pregunta y se responde a sí mismo utilizando la cámara a modo de espejo y, al mismo tiempo, de escaparate. Nos ofrece un autoretrato sobre su autodestrucción y su aislamiento debido, al parecer, por un suceso ocurrido durante el rodaje de "Dream" en el que casi muere una de las actrices. Se siente culpable y considera que hacer una película no es un "todo vale"...
Parece que quiera de esta manera despejar a su público y, sólo a su público, todas las dudas surgidas sobre la hibernación vacía de producto teniendo en cuenta que en tan sólo doce años han sido quince las películas suyas que han visto la luz y que, varias de ellas, también han iluminado. Fue en 2011, tres años después del estreno de "Dream" cuando decidió hacer este ejercicio de autoconfesión. Los que lo seguimos y/o admiramos esperamos que no se trate más que una etapa de barbecho para que se levante más fuerte y vuelva a ser, al menos, el que era.
Peca un poco de egocentrismo ya que no se olvida de recordar al público los premios y reconocimientos que algunas de sus producciones han recibido a nivel internacional, a los cuales está profundamente agradecido ya que gracias a ellos empezó a ser reconocido en su Corea del Sur natal. No obstante es un ejercicio documental (o drama, como él lo llama) que sorprende en forma y en contenido. No duda en llorar si tiene que hacerlo así como en reirse de sí mismo, del despojo en el que se ha convertido. Tiene un inmenso temor a no poder ver la luz al final del túnel y defraudar a su público. Para los que duden o, simplemente desconozcan su filmografía, les recomiendo que cojan "Samaritan girl" o, sobretodo, "Hierro 3" y disfruten del potencial cinematográfico de este director surcoreano. Sólo apta para los que lo conocen. Un 6'5 sobre 10.
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