Con imágenes verdaderamente impactantes de cirugía facial, Kim Ki-duk nos sumerge en un universo donde el tiempo no importa, todo es un bucle, por mucho que quieras dejar de ser tú, al final es contigo mismo con quien te vuelves a encontrar, porque aunque estemos hartos de escuchar el tópico de que el físico no es lo importante, Kim Ki-duk nos lo recuerda en esta enrevesada pero interesante historia donde pareces perder la pista de los personajes, de dudar si son ellos o no...
Las secuencias de la isla donde el amor y las locuras de éste quedan plasmadas en forma de esculturas embrujan y hechizan al espectador (Para curiosos: Parque de esculturas Baemigumi en la isla de Mo, Corea del Sur). Me han venido recuerdos del Hitchcock de "Recuerda", valga la redundancia, donde Gregory Peck se mueve entre decorados diseñados por Dalí.
Quizá la película de este director surcoreano (al menos de las que yo he visto) que sabes con más seguridad que no dejará indiferente a nadie. Para verla de nuevo y sacarle más jugo. Un 7 sobre 10.
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