Sofia Copolla se la vuelve a jugar con una película de ritmo lento, escasos movimientos de cámara pero de lectura profunda y premiada con el León de Oro en Venecia en 2010. Tal y como demostró con "Lost in translation" aquí también nos ofrece la vacía vida de una estrella, en este caso de cine, que lo tiene todo, éxito profesional, éxito esporádico con las mujeres, un cochazo, mucho dinero y, lo que es mejor, una hija. Es precisamente la aparición de su hija, la que hace que se llegue a plantear lo vacía que es su vida y la necesidad que tiene de dar un giro de 180 grados. Uno no es lo que tiene sino lo que da y lo que podría dar si llevase otro estilo de vida.
Stephen Dorff interpreta a Johnny Marco, esa estrella de cine aparentemente feliz pero colmado de infelicidad. Con su interpretación consigue dar lástima, sobretodo cuando ejerce el papel de un padre con una buena y sana pero escasa relación con su hija. Consigue, a su vez, caer bien al espectador. Su notable interpretación baila entre lo cómico y lo dramático pero en justa armonía.
A Sofia Copolla le reprocharía la utilización sin mucho sentido de planos de extrema duración, de una duración no muy justificada, porque no generan tensión, ni drama, ni angustia, sino rabia e incredulidad. Eso se lo dejaremos a Haneke y al británico Steve McQueen. A su favor decir que a través de la simplicidad narrativa y técnica nos muestra una vez más la complejidad de la condición humana y la duda que nos llega en cierto momento de la vida sobre si subir al tren que llega y pasa o no. Un 5'5 sobre 10.
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