Siempre ha existido en todo colegio, instituto o universidad ese tipo de gente que se sale de los moldes, que se les excluye socialmente sólo por parecer distintos. Lo que sucede es que en esa época tenemos muchos problemas para tratar aunque sea sólo por un momento en ponernos en la piel de uno de ellos. Intentar conocerlos; no vaya a ser que los "normales" nos vean como uno más de ellos. En todos los moldes siempre sale alguna madalena un poco más torcida o más quemada pero cuando la comes te das cuenta que nada la diferencia del resto.
Charlie es un joven tímido y callado. Sus palabras salen más a través de unas cartas que escribe que por su propia boca. Enseguida tiene la necesidad de hacer amigos, conocer otra gente y explorar aventuras personales que suelen explorarse en aquella época instituto-universidad. Llegado casi el final te das cuenta que Charlie no eligió ser así, sino que fue su propia suerte la que marcó su carácter.
Es una película sobre la adolescencia y la pérdida de la inocencia; aunque sí peca de alguno de los clichés de este tipo de cine está contada de una manera más inteligente, con una banda sonora que aflora el buen rollo y unas interprtaciones magníficas. Un grupo de jóvenes que vienen pisando fuerte y que, algo me dice, no perderemos de vista.
Quien no haya estallado de alegría al encontrar una canción que en un tiempo pasado le emocionó, quizá no le guste la música. Esa satisfacción personal es casi indescriptible
No es de extrañar que el libro sobre el que está basada la película, el guión y la dirección de la misma hayan corrido a cuenta de la misma persona, un Stephen Chbosky que promete, y mucho. Un 7 sobre 10.