Park Chan-wook, en el que supuso su tercer largometraje se planta en una posición de denuncia sobre la situación que se vive actualmente en las dos Coreas. Una denuncia tratada de la manera más objetiva posible, con las dificultades que ello conlleva. Aunque ambos mandos son conscientes que tras varias décadas declarado el "alto el fuego" las hostilidades deberían haber quedado para el recuerdo, ninguno de ellos es capaz de volver a enfundar el arma y convivir de la mejor manera posible.
Se nos muestra como una relación de amistad puede estar muy por encima de lo que es un conflicto político-militar. Chan-wook, un año antes de meterse de lleno en lo que supondría su trilogía sobre la venganza nos ofrece un thriller espectacular, con un guión a la misma altura y una música y fotografía que cogen de la mano a toda la historia de principio a fin. Grandioso el detalle de la foto final. Una foto que tras haber visto la película puede servir como de foto-resumen de la misma; los cuatro protagonistas miran el objetivo (foto que acompaña este comentario). Una foto en movimiento que, hoy en día, ya hemos visto más veces, pero si consideramos que esta película data del año 2000, nos damos cuenta de que Park Chan-wook no sólo merece un hueco entre los buenos directores contemporáneos, sino entre los mejores. Su talento no ha hecho más que empezar llegando a convertirse, años más tarde, en un director de fama mundial con varios premios a sus espaldas.
No sé si escribo desde la pasión, pero de lo que sí estoy seguro es que tras haber disfrutado de siete de sus films, no pienso perderlo de vista. Lo recomiendo hasta el infinito y más allá. Un 7'5 sobre 10.
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