Él pertenece a un mundo en el que ya está asentado: una mujer, un hijo, un trabajo, un hogar...; ella, sin embargo, no pertenece a ese mundo, no tiene un fuerte núcleo familiar, es maestra y cada año cambia de escuela por no tener plaza fija. Él es Jean (Vincent Lindon) y ella es Mademoiselle Chambon (Sandrine Kiberlain).
A pesar de ello y con la frase archiconocida de que el corazón no atiende a la razón, ambos se cruzan, lo cual no es muy difícil porque ella es la maestra del hijo de Jean. Desde el primer plano que comparten se adivina lo que va a ocurrir. A él le gusta el silencio y a ella la palabra. Silencio que, en muchas ocasiones tienden a incomodar al espectador más que a cargar de dramatismo al personaje.
Cuando él ve que su vida parece tambalearse, ha de tomar una decisión, pero justo en ese momento su mujer le dice que van a ser padres de nuevo. ¿Entonces qué?. ¿Qué debe hacer?...Son estos interrogantes lo que mueven al resto de la historia.
Con una dirección a cargo de Stéphane Brizé al que achacaría demasiada lentitud en lo que cuenta y unas dignas interpretaciones, la película se deja ver. La bondad e inocencia de Jean quizá sea lo mejor de la película.
Haciendo alusión a una canción de Andrés Calamaro:
"Es el tren que pasa...Pasa por la puerta de la casa de la gente que no está en su casa...y por la ventana una chica que saluda con la mano ya no está, y en su lugar...hay un asiento vacío...".
El tren que llega a la estación, ella que duda, el tren que marcha. ¿Ella va dentro?...Un 5'5 sobre 10.
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