El director sueco Lasse Hallström ("¿A quién habla Gilbert Grape?", "Las normas de la casa de la sidra", "Chocolat", "La pesca del salmón en Yemen"...) dirigió en 1985 "Mi vida como un perro", quizás la mejor de su carrera, al menos para el que esto escribe. La cinta es sueca y no americana y, además tiene casi 30 años.
Podría decirse que Hallström saltó a la fama mundial con "Las normas de la casa de la sidra" o "Chocolat", pero claro, ahí contaba con capital estadounidense y con actores de renombre como Charlize Theron, Juliette Binoche o Johnny Depp..., pero es en "Mi vida como un perro" donde un chaval llamado Anton Glanzelius interpreta fantásticamente a Ingemar, un niño que ve como su madre va consumiéndose poco a poco a raíz de una enfermedad terminal. Ingemar se abstrae de la realidad pensando en Laika, la perra que mandaron al espacio para que allí muriera. Siente cierta atracción por los perros, tanto que llega a actuar como ellos. Se ve obligado a abandonar su hogar e irse a vivir con unos familiares a un pueblo sueco donde Ingemar parece querer empezar una nueva vida. Lástima que este pequeño actor danés nunca jamás volviera a la interpretación. Ahora es propietario del mayor canal de televisión sueca, TV4.
A pesar de ser un dramón basado en hechos reales, Hallström consigue un perfecto equilibrio con la construcción de unos personajes fuera de convencionalismos y situaciones cómicas que consiguen que al término de la película no tengas un nudo en el estómago sino la satisfacción de haber visto buen cine. Un 7'5 sobre 10.
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