El actor Song Kang-ho vuelve a demostrar que es uno de los grandes del cine surcoreano. En esta ocasión, como en muchas otras, se pone en la piel de un agente surcoreano que debe unir fuerzas con un espía norcoreano para dar caza a una red de espinoaje internacional. Como ya ocurriera en "Joint security area" de Park Chan-wook, se demuestra que más allá del conflicto ocurrido y aún latente entre las dos Coreas, las personas, personas son.
El que piense que va a ver una película sangrienta y con mucha acción, que no se equivoque y que vea más allá del primer cuarto de hora. La elaboración de ambos personajes es casi perfecta; se palpa su enemistad pero, sobretodo, lo que se palpa es la química que hay entre ellos. Sus países son enemigos, pero ellos son humanos y, si a esa humanidad se le pone por encima de todo, el resto no importa, o al menos, no debería importar. Con grandes dosis de humor, el calado que se te queda al final es que has disfrutado de un film que transmite mucho más de lo que enseña. La dirección es brillante, los actores muy buenos y creíbles y el guión muy elaborado. Buenos ingredientes y mejor degustación. Raramente me cansaré del cine coreano. Un 7 sobre 10.
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