Parece ser que, además de la triste hegemonía del cine americano y el progreso a grandes pasos del cine europeo, no debemos olvidar que el cine asiático está en alza. Bien sea del Lejano, Medio o Próximo Oriente, su cine nos demuestra que, a pesar de ser el continente donde nos encontramos con mayores diferencias culturales, políticas y religiosas, al fin y al cabo no somos tan diferentes. La separación de un matrimonio es un drama aquí y en Sebastopol.
En esta película se nos muestra un drama social que perfectamente podría haber sido en Irán, como así lo es, pero también en cualquier otro rincón del mundo.
Es cierto que el fervor religioso les hace actuar de manera distinta a la que su razón dicta. Allí un juramento es un juramento (más aun si es por el Corán o por Alá). Estamos acostumbrados a una sociedad en la que se jura por lo que sea sabiendo ya de antemano que no vas a cumplir ese juramento. Allí eso no sucede. El juramento es sagrado y la mentira altamente castigada.
Con el trasfondo de un matrimonio en vías de separación, la película se centra más en un problema judicial que en la misma separación, aunque sea ésta el origen y el punto de partida del resto de la historia. Destacar especialmente la interpretación de Peyman Moaadi en el papel de Nader. Película realista donde la familia, la moralidad, la religión y la justicia se entremezclan en este drama en el que cada giro argumental consigue que no apartes la mirada de la pantalla para no perder detalle.
Poca gente presta atención a la película que se lleva el Oscar a la mejor de habla no inglesa. Bien, pues es ésta la que se hizo con ese premio en la pasada edición. Si una película iraní ha conseguido un premio de ese calibre en los EEUU ya nos sirve de pretexto para saber que será una buena película y, una vez vista, sabrás que has acertado. Seguiremos de cerca a Asghar Farhadi, su director. Un 7'5 sobre 10.
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