25 de julio de 2012

"Corre, Lola, corre". Ritmo, ritmo, ritmo.

El segundo largo de Tom Tykwer y, posiblemente, por el que comenzó a ser conocido este director alemán, no deja indiferente al espectador. Puede que haya quien piense que es chirriante y desquiciante, pero también habrá quien la considere una película casi de culto. 

Si algo tiene esta cinta es un ritmo frenético que no dejaría echar la siesta al más dormilón. Es como si se tratara de un videoclip de hora y cuarto, donde las imágenes van más rápido, si cabe, que la música electrónica. Se podría dividir en tres actos, cada uno de ellos siguiendo el mismo hilo argumental pero cambiando las consecuencias, como si Lola y su novio pudieran echar marcha atrás y elegir la opción que hará que salgan exitosos de la situación en la que se ven envueltos. Él necesita 100.000 marcos para saldar una deuda y ella no deja de correr a la vez que va improvisando de dónde sacarlos.

Si el "Efecto mariposa" dice que "el simple aleteo de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo", en "Corre, Lola, corre" nos demuestra que una pequeña alteración en el desarrollo de un día, puede tener enormes consecuencias, incluso marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Y de eso trata esta película. Es un tema que ya hemos visto en otras películas como "Dos vidas en un instante" y "El efecto mariposa" entre otras..., pero en esta cinta alemana es donde, de una manera más directa, se nos muestra que aún cruzándote con las mismas personas en ese mismo día, todo depende de un solo movimiento en falso, un giro inesperado o un repentino pensamiento para que cambie el guión. 

Una Franka Potente, en el papel de Lola, marcando un estilismo agresivo (pelo rojo, tez pálida, pantalones verdes y una camiseta gris de tirantes) y un montaje trepidante hacen de esta cinta un producto indispensable del cine de los noventa, aquél en el que la narratividad, la estética y el ritmo de las imágenes comenzaron a alcanzar otra dimensión. Un 7'5 sobre 10.

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